Tiempo de canicas, de Beto Hernández: el recuerdo de lo que sentimos
Un tomo nuevo de Beto Hernández se recibe siempre como una buena noticia. Y cuando supimos que Tiempo de canicas (La Cúpula) estaba protagonizada por niños, la noticia resultó buena por partida doble... o triple, porque el género de recuerdos de la infancia es uno de los que casi siempre nos convence (y en esta obra hay mucho de la propia vida de Beto), y porque las últimas obras de este autor nos parecieron excesivamente crudas y violentas, así que una historia sobre su niñez prometía un relato diferente.
Much@s de los que leéis esta página conocéis el alto grado de consideración que tenemos hacia los hermanos Hernández y su extensa obra. Palomar, de Beto Hernández, ha sido y será siempre una obra de cabecera tanto en la librería como en nuestra casa. Él y su hermano Jaime pusieron el listón muy alto en los lejanos ochenta, de una manera tal que cuesta imaginar cómo han podido mantener su capacidad creativa sin adoptar una postura conformista o facilona.
Tiempo de canicas es otra obra de enorme profundidad y más compleja de lo que su estilo minimalista nos hace creer a primera vista. Aunque los niños siempre han estado presentes en las historias de Beto y Jaime Hernández, en este álbum la infancia es el motivo central, y por esto se nos muestra un mundo de niños en el que los adultos quedan fuera del encuadre de la viñeta.
Tal vez el mayor valor de esta obra sea plasmar actitudes reales y una sucesión de sensaciones que cualquier persona adulta podrá rescatar de los recovecos de su memoria. A diferencia de muchos otros cómics de este género, Beto no nos cuenta aventurillas ni anécdotas sino que, tal y como ocurre en Palomar, es capaz de transmitirnos las transiciones entre sucesos muy relevantes, nos cuenta cosas que podrían parecer nimias o intranscendentes, algo que define el estilo de los hermanos Hernández.
Inevitablemente, el lector se sentirá identificado en algún momento, ya que la humanidad que destilan los personajes de Tiempo de canicas nos igualará a ellos, lo que nos hace pensar que siempre están inspirados en personas y experiencias reales. El retoque de carácteres, la fusión entre dos o más de ellos o ciertas licencias no alteran el resultado más que para mejorarlo, y avanzamos por estas páginas como viajando en el tiempo, viviendo lo que le ocurre y piensa Huey, protagonista y narrador, como si de nuestra propia infancia se tratara, y sólo las continuas referencias a la cultura popular americana de los sesenta nos recuerdan que quien lo imagina es Beto Hernández y no nosotros mismos.
Tiempo de canicas
Beto Hernández
La Cúpula
Tomos: 1